Todos hemos experimentado más de una vez ese sabor amargo de las despedidas. El decirle adiós a alguien que se va lejos, o porque nosotros nos vamos lejos. Porque seguimos adelante o porque siguen adelante.
Lo más dificil, creo, es dejar atrás las personas que forman parte de tus recuerdos "sana-alma". Aquellos que quizás sólo puden brindarte una sonrisa, pero que aun así son a quienes acudimos cuando sentimos el peso del mundo sobre nuestros hombros. Nos ayudan a sobrellevar el hecho de ser nuestros propios Atlas, de cargar aunque sea por media hora nuestros problemas, nuestras inquietudes, nuestras desepciones, y nos dejan nada más que alegrías, buena onda y miles de razones para ver la vida de color rosa (aunque en realidad no me gusta ese color).
O tal vez, sea despedirse de ese gran amor, o del pequeño (¿Por qué no?), ese amor de verano que nos movió el piso de manera mucho más potente que otro de más tiempo. Las pasiones son las más difíciles de olvidar, dicen por ahí. Pero no puedo decirlo a ciencia cierta. Hay tantas maneras de despedirse. Están las despedidas felices, como cuando viajas a Bariloche y todos te dicen: ¡Chau, que te diviertas! (entre otras cosas). Y las tristes, como la que se le da a un familiar cuando sale de gira (si es que me entienden), o la que se dicen dos amantes cuando deciden cortar todo lazo que los unía.
Todo depende de los actores en esta despedida, están los histéricos, los mimosos, los cortantes... Y lo que nos damos cuenta mucho después de que haya pasado.
Yo soy de las que se deprimen un tiempo y después salen a flote (la mayoría de las veces), aunque en más de una ocasión me han sacado a flote.
Y es que creo que las despedidas se dan porque viene algo mejor. Porque se mueve la energía. Porque así como cada tejido de nuestro cuerpo, nuestra vida se va regenerando cada día (nótese que está con R no con D ;) ). Porque es más importante hacer un bien a la posteridad que saciar un capricho propio. Esa persona que hoy se despide de nosotras, haciéndonos sentir débiles y blanco de la mirada de la sociedad, es la que en un futuro va a hacer muy feliz a otra, así como nosotras haremos muy feliz a otro.
Las despedidas son excusas para ver alrededor y notar que estábamos rodeadas de otras cosas, que ahora que ése árbol no está, podemos ver el resto del bosque. Es tener la libertad de volver a saltar en otros charcos, abrazar más peluches y hacer todo aquello que estábamos postergando.
Así, que me propongo no temerle más a las despedidas. Sino pasarlas, como tantas otras cosas. Sentir que después de esto vendrá algo mucho mejor.
(Maca ♔)
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