domingo, 28 de febrero de 2010

¿Quienes somos en realidad?

   Los otros días tuve una conversación filosófica muy interesante con un grupo de amigos, que me dejó pensando. Uno nunca sabe dónde terminan estas conversaciones, así que  todos estamos predispuestos a que ocurra cualquier cosa.
   La pregunta que nos hicimos fue: 

¿Qué somos en realidad?
   ¿Somos lo que nos dicen los demás? No, eso es sólo una versión parcial de nosotros, lo que dejamos que los demás vean. Es algo que cambia según la edad y el aprecio que nos tenga quien nos mira, para un niño, somos viejos, para una persona mayor somos pibes, para nuestras madres somos lo mejor que pudimos pasarles (bueno, eso también cambia según su humor y lo que hayamos hecho). Entonces, si no es eso ¿Somos el reflejo que nos da el espejo o el agua?¿O las caras que aparecen en las fotos? Tampoco, eso es nada más que el exterior de nosotros, el reflejo de un saco vacío, sin significado real, más que el físico. 
   Se sabe que somos masa, que ocupamos un espacio en un determinado tiempo, que sentimos y que tenemos características biológicas similares entre los de nuestra especie, pero aún así no hay nadie igual al otro. Entonces somo únicos, sí. Pero aún así puede haber gente que se nos parezca, correcto. Supusimos que tenía mucho que ver la familia, lo genético. Lo que nadie pudo explicar fue ¿por qué hay casos en el que dentro de una familia hay asesinos y policías, genios y retrasados, buenos y malos, lindos y feos?
   Entonces, la familia es sólo un factor que colabora en la formación de una persona, mas no un factor determinante de lo que la misma sea en el futuro. ¡Rayos! Ninguna respuesta cierra del todo esa cuestión, y mientras va pasando el tiempo, y con él otros temas de conversación, también pasaban teorías absurdas. 
   Ya muy entrada la noche, cuando nos cansamos de discutir y de rompernos la cabeza buscando una respuesta que sabíamos, no íbamos a encontrar decidimos esto: cada individuo es diferente al otro, porque todos viven circunstancias distintas y sacan diversos aprendizajes de las mismas, mas una persona no sabe quién es del todo, ya que uno va cambiando, la vida nos va cambiando. Es así que yo no soy la que era hace dos meses, y menos aún la que era hace 3, 5 o 10 años.
   Y es cuando uno encuentra a alguien que hac mucho que no ve, que entiende realmente cuanto cambió, y percibe el cambio de la otra persona. Porque en el día a día, nuestro alrededor cambia con nosotros nos envuelve y nos marea. Pero cuando te encontras con tus amigos de siempre, con tus "cable a tierra" te das cuenta a tiempo y logras zafar de ese abrazo de hierro. Y aunque el cambio no siempre es negativo, es de humanos aferrarse al pasado, a lo qe conocemos, a lo cómodo. Mas hay personas que te sacan de ese lugar cómodo, que te abren los ojos, y es en ese momento en el que te das cuenta de que un buen subidon de adrenalina es lo que hace que tu corazón lata más rápido o que parezca que se detiene por unos segundos.
   Uno termina dependiendo de ese momento de caos, y de las personas que lo desatan. Sé que debo sonar como una psicópata, no hablo de romper cosas ni consumir sustancias peligrosas, hablo de romper con la vida estructurada a la que nos sometemos. De hacer un viaje, practicar algun deporte, conocer gente nueva, en fin, cosas que uno no haría normalmente. Porque normalmente nos escondemos tras una máscara de cordialidad y decencia, un escudo frente a los demás. Nos convertimos en robots, nos acostumbramos a ciertas acciones, respuestas, caras, y hasta sentimientos... pero luego, en ese momento de caos, nos deshacemos de ese escudo, y somos nosotros, asi, sin rodeos, sin problemas ni preocupaciones, junto con esa otra persona u otras personas, y es ahí cuando uno entiende el verdadero sentido del SER, y lo que uno quiere para su vida, y para su hoy, no hablemos del mañana, tan nebuloso y sin nada certero, que cada paso parece ser en falso, sin nunguna seguridad ni nada. Sólo el presente, el hoy y el ahora. Nada más importa, nada más es imprescindible, nada.

¡Gracias a todas esas personas que provocan caos en mi vida!


viernes, 12 de febrero de 2010


Septiembre de 1988, Buenos Aires, Argentina.
Querido amigo:

Recibí tu carta de Italia y me alegra mucho saber que, que todo está bien. Aquí la cosa sigue igual, no es tan transparente. La crisis se pasea por las calles y la tristeza del pueblo es como un barco que no llega a destino. ¡No sé que pasó! ¡No sé cómo fue! Pero no te vuelvas, te diré por qué.
Si vieras que triste que está la Argentina, tiene la mirada de los caminantes que ya no caminan. Se muere de pena por tanta mentira, de tanta promesa por nadie cumplida. Si vieras sus calles que tanto reían ya no son las mismas.
Si vieras que triste que está la Argentina, tiene la nostalgia de aquellos amantes que nunca se olvidan. La hicieron de goma, parece mentira. La gente se escapa pero no hay salida. Y hasta los gorriones, de tanta tristeza, se fueron de gira.

Septiembre de 1988, Buenos Aires, Argentina.
Querido amigo:
Se me acaba de volcar el mate sobre la carta que te iba mandar. Por eso te vuelvo a escribir. Me alegra mucho saber que te va bien. Aquí la cosa sigue igual. Pero, de una manera u otra, vamos a salir adelante. Hay algo que no se debe perder nunca, y es la esperanza.
Si vieras que linda que está la Argentina, tiene la mirada de la primer novia que nunca se olvida. Desde los balcones llueven las glicinas y a pesar de todo, camina y camina. Si vieras de nuevo que linda y que grande que está mi Argentina.
Buenos Aires sigue llena de gorriones, hay nuevos poetas que escriben sus tangos y hay nuevos cantores. Y sigue teniendo la vieja locura que al doblar la esquina haya una aventura. Ya ves: sigue viva y, a pesar de todo, llena de ternura.
Si acaso te encuentras con otro emigrante decile que vuelva, que pronto seremos mejores que antes. Que todo fue culpa de cuatro atorrantes, que sólo lograran que el pueblo no cante.
Volvé cuando quieras que juntos podremos salir adelante!!.

Me encanta esta canción, no por el artista (Cacho Casaña), ni por la melodía, ni porque se haya escrito en mi época (porque es un poco más viejita que yo esta canción). Lo que me gusta de ella es el mensaje, que sí, puede ser un poco ambiguo, pero de lo que habla en esencia es que dentro de todo mal hay un rayo de bondad, que en todo lo oscuro, hay luz.
Puede ser que mi instinto positivo se sienta regocijado con esta canción o simplemente porque quisiera que todos pudieran ver las cosas como yo. Bueno, no TAL COMO YO, porque eso sería aburrido. Pero sí me agradaría bastante que las personas dejaran de lado el pesimismo, aunque sea por un minuto a diario. Si tan sólo pudieran apreciar las pequeña cosas que nos da la vida. Si pudiesen entender que detrás de todo lo malo SIEMPRE viene algo bueno.
Estamos muy acostumbrados a quejarnos y no hacer nada. Tirar la piedra, pero no hacernos cargo de las consecuencias. ¿Estamos realmente interesados en cambiar nuestra realidad? ¿O es más simple caer y recaer en el antiguo conformismo del no-cambio?

domingo, 7 de febrero de 2010

Interesante...

Hoy, mientras buscaba unas cosas para mi papá en internet, encontré este artículo en RD Selecciones, me pareció muy interesante, un dato que jamás había escuchado...



Los Estados Unidos de Chile y Argentina...


Casi sin saberlo, los dos países llegaron a tener un territorio en el norte del continente.
Crear una república es sencillo. Primero, se toma un grupo de personas y se les dice que merecen algo mejor que recibir órdenes que no admitan discusión. Luego, se le pide a un par de ellas, ojalá imaginativas, que dibujen elementos de ese “algo mejor” sobre una tela. Cuando los colores y figuras muestran una imagen más o menos aceptable, se la llama “bandera”. Finalmente, a los más entusiastas, se les entrega armas y se los convence de que hay una posibilidad razonable de que con esa bandera y esas armas se pueda callar, aniquilar o contener a los que no les gusta la idea.

Quizá porque conseguir armas y crear banderas es algo notablemente difícil y poco práctico si uno está al borde de la inanición, tiene que cultivar tierras poco fértiles y es diezmado por enfermedades crónicas; los indígenas latinoamericanos han sido remisos a inventarse países a su forma y medida. Pero tienen muy claro que si Theodore Roosevelt pudo inventar a Panamá para hacer un canal que pasara por ahí, cualquiera con agallas, fuerza y suerte puede hacer lo mismo.

Y, a veces, cuando les colman la paciencia, lo dicen.

Ocurrió en los años sesenta del siglo XIX. Una ley ecuatoriana dejó en manos del estado la administración de los derechos de aguas de ríos y riachuelos. Un grupo de etnias de las sierras puso el grito en el cielo e inició una marcha hacia Quito para protestar. Convergieron hacia la capital. El gobierno no sabía muy bien qué hacer. Alguien dijo que, bueno, con escucharlos no se perdía nada, así que asignaron a un ministro tal misión. El buen hombre, ¿qué más podía hacer?, se reunió con una delegación y les aseguró que sus cultivos y forma de vida no estaban en peligro. Que la disposición del gobierno no los afectaba en la práctica. Que el estado ecuatoriano mismo se los aseguraba. No bien terminó de prometerlo, uno de los caciques se adelantó un paso y le espetó:

—No te creemos nada.
—Pero...
—No te creemos nada. Ni a vos ni a esa república que se han inventado ustedes. Las aguas son nuestras. Nos las dio nuestro Señor Carlos V a perpetuidad. Para siempre.

Y, acto seguido, sacó de las profundidades de su ruana, ese poncho abierto adelante que es típico de los Andes Centrales, un pergamino añoso donde, efectivamente, el imperio de los Habsburgo les entregaba tal derecho hasta el fin de los tiempos.

Lo anterior no es más que una introducción para entender que sí es fácil ponerse a inventar una república, todavía lo es más hacerlo con una sucursal de ella. Chile y Argentina tuvieron una en conjunto. En el Caribe. Se debió a la conjunción de un aventurero y de un loco. O, para otros, un utopista y un agente infiltrado perfecto. El primero, el francés Luis Michel Aury. El segundo, el chileno José Cortés de Madariaga.

Todo comenzó en 1806. Ese año arribó a Caracas el segundo de ellos. Sucedía entonces que, si bien el Imperio Español era el primero de la historia con posesiones en cuatro continentes, regulaba casi como un apartheid el movimiento de sus habitantes. ¿Qué hacía entonces Cortés de Madariaga, hijo del fundador de Copiapó y tío de José Miguel Carrera, en la ciudad tropical y no estaba de regreso en Santiago de Chile? La historia es larga y poco clara. Viviendo en Cádiz había conocido a un joven Bernardo O’Higgins y participado en el encuentro de la Comisión de lo Reservado, un grupo secreto dentro de otro grupo secreto (Gran Reunión Americana), que deseaba expandir el ideario de la independencia por América. En un epistolario de O’Higgins se menciona que, terminado el encuentro, “los canónigos Fretes y Cortés (partieron) para Chile”. Una frase inconclusa deja abierto el misterio: “…aunque el último tomó y se le encargó…”.

Existe otra versión, no contradictoria con la del encuentro, que asevera que el grupo inspirado por el patriota Francisco de Miranda —por medio de una maniobra burocrática— logró que lo destinaran a Nueva Granada. ¿Con qué intenciones? Al parecer se trataba de parte de un plan concreto para impulsar que personas liberales tuviesen posiciones estratégicas en las colonias.

El asunto es que el sacerdote se convirtió en el actor clave que llevó a la renuncia del gobernador imperial en Venezuela en abril de 1810, lo cual le valió ser encarcelado en la africana Ceuta. Y, finalmente, tomó contacto con Luis Aury. Como muchos veteranos de las guerras napoleónicas, Aury era un hombre que sabía que la vida podía convertir al soldado justo, en el lugar y momento justos, en rey. O, si la sincronización fallaba, en un cadáver anónimo.

­­En abril de 1817 era parte de una fuerza naval que —representantes de Venezuela, Nueva Granada, México y el Río de la Plata— habían autorizado para que tomara posesión “de la parte oriental y occidental de Florida (...) de acuerdo con las órdenes y deseos de nuestros respectivos gobiernos”. La comandaba el escocés Gregor Mac Gregor. En junio se apoderaron de Amelia Island. Sin embargo, Mac Gregor decidió abandonar la misión. Las razones se desconocen y es probable que tuviese que ver con la imposibilidad de conquistar toda la península para revenderla a los Estados Unidos, tal como había prometido a un perplejo alto funcionario estadounidense.

El asunto es que Aury tomó el mando y decidió que él se merecía dominar un país. Como allí no había ninguno, lo creó. No sin peleas y disparos entre sus hombres, inventó la “República de Amelia”. Florida era entonces una posesión española llena de mosquitos y cocodrilos, sin ningún Disneyworld o Cabo Kennedy a la vista. En Washington se molestaron igual y al presidente James Monroe no le tembló el pulso para enviar una expedición militar en su contra.

Tenía un acuerdo con España con quien negociaba la compraventa de la península (si bien Monroe pasaría a la historia por la “Doctrina Monroe”, que dictaminaba la exclusión de los imperios europeos en los asuntos de América, a Monroe la libertad de Latinoamérica le interesaba menos que la moda de París).

Aury se retiró. Lejos de ser el fin, fue el principio de sus días dorados. Tuvo que ver que, entre tanto, el tío de Carrera había cumplido su condena y llegaba a Kingston, Jamaica.

Desde allí se contactó con Aury. El 3 de junio de 1818 colocó en sus manos una patente de corso a nombre de la república de Chile y de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se considera que no contaba con la más mínima autoridad para hacerlo. Y para muchos es otra señal de sus desvaríos.
Una posibilidad remota, aunque no imposible, sería que hubiese tenido algún contacto con José Miguel Carrera (su sobrino) quien se encontraba en esos días en Montevideo, bajo protección portuguesa.

No importa. El permiso para convertirse en corsario era kriptonita anti-imperial en manos de alguien como Aury. Los hechos se acelera ron. El 1º de julio de 1818, uno de los lugartenientes de Aury, el aventurero y geógrafo italiano Agustín Codazzi, tomó sin mayores problemas la isla caribeña Vieja Providencia. Poco después cayeron en manos del francés, otras dos más: Santa Catalina y San Andrés. El 10 de julio ocurrió lo extraordinario: Aury unió las islas a un país inexistente.

“¡Compatriotas! Los poderosos Estados Unidos de Buenos Aires y Chile, deseando cooperar en cuanto les sea posible a la emancipación de sus oprimidos hermanos, me han comisionado para cumplir esta noble empresa en la Nueva Granada. Gracias al cielo que les ha inspirado tan magnánimos sentimientos. Sea su unión y su sabia conducta nuestra guía en nuestras futuras operaciones”. De esta manera comenzaba la proclama de Aury, que invitaba a “cuantos sentían en sus corazones los ideales de libertad y república” a instalarse allí. Tanto Madariaga como Aury se pasaron los siguientes meses escribiéndole cartas a los patriotas del Cono Sur y a Bolívar. La verdad es que la iniciativa no era demasiado freak.
Todos los primeros patriotas deseaban mantener unido al continente por medio de una confederación de naciones. Pero en Sudamérica tal asunto era pura retórica en aquellos días: sólo Buenos Aires seguía siendo libre. Chile estaba liberado a medias. Se pensaba que un ataque del Imperio Portugués desde Uruguay o del Español desde el Alto Perú era inminente. Sin dudas, San Martín, Pueyrredón (el titular del poder en el Río de la Plata) y O’Higgins tenían problemas más grandes que pensar en anexarse tres islas frente a la costa caribeña de la futura Nicaragua.

Pero Aury, si tenía alguna otra virtud además de la audacia, era la insistencia. Durante cuatro años siguió con las misivas e, incluso, envió mensajeros a San Martín y a O’Higgins. Su lugarteniente Codazzi, incluso, logró entrevistarse con Lord Cochrane, a quien intentó convencer de un ataque conjunto sobre Panamá. Mientras tanto, en las islas nacieron los primeros niños bajo la bandera de los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile. ¿Por qué Aury no cedió a la lógica y ofreció su lealtad al más cercano Bolívar? Lo hizo. Pero Bolívar desconfiaba de él, pese a que varios de sus hombres cercanos le aconsejaban dejar sus recelos. Bolívar también quería tener lejos a Cortés de Madariaga. “El Canónigo es loco y debe tratárselo como tal”, lo sentenció por su vehemencia, por sus cambios de opinión y por unos presuntos colapsos nerviosos.

Finalmente, en el marco de la indiferencia de los patriotas chilenos y argentinos, la muerte sorpresiva de Aury dejó a los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile sin liderazgo. No mucho después las islas se unieron a la efímera Gran Colombia de Bolívar.

Así sucedió que, cuando es relativamente normal que los países imaginen tener territorios lejanos en las fantasías y delirios de sus gobernantes, los nacientes Chile y Argentina tuvieron uno casi sin saberlo, ni preocuparse.


sábado, 6 de febrero de 2010

Pretty woman ♫

Esta semana terminé las observaciones para la facultad, en el spa donde tiene el consultorio Carlita :), la dermatóloga de mi mami.. Lo que más me sorprendió no fue la complejidad de los casos que se presentaban, ya que la gente que asiste a ese lugar no es gente que necesite algún tratamiento urgente ni llega algún accidentado. Pero lo que sí llamó mi atención fue que la mayoría de aquellos que asisten a ese tipo de lugares necesitan un aventón fuerte en cuanto a lo anímico y un buen subidón de autoestima.

Sí, sé lo que se suele pensar: "Esa gente no tiene ningún problema,si gasta la plata es porque quiere". Y hoy sé que no es así. Hay una chica muy simpática, llamémosla Laura, que con unos treinta y pico cortos va a inyectarse botox, ya que ve unas "arruguitas" al costado de sus ojos que no le gustan. La gente la mira como si estuviese loca, pero no es así. Lo que necesita esta chica es que alguien le diga que está perfecta tal y como está, que no necesita que se le inyecten toxinas para que se vea bien, porque es joven y tiene una piel estupenda (un poco seca, pero no viene al caso).

Pero el mundo y nuestra sociedad está cayendo en un espiral decadente del que no creo que sepa cómo salir. El caso de Laura es el de muchas mujeres ahí afuera, que gastan dinerales en productos de belleza cuando en realidad no es necesario, cuando se tendrían que alabar las diferencias fisionómicas de las personas, porque son las cualidades que nos hacen únicos, y no (como se hace ahora) tratar de estandarizar y hacer que todos parezcan salidos de la misma madre, porque ¡despierten! nadie va a terminar siendo una supermodelo a los 50 y las que lo parezcan van a sufrir mucho, porque hubo demasiadas cosas que se perdieron. Y con esto no digo que no hay que cuidarse ni mimarse, OBVIO QUE HAY QUE HACERLO, lo que digo es que no hay que matarse en el intento. Hay que saber disfrutar de los pequeños y grandes placeres de la vida, y no hay que torturarse por todo lo que no salió tal cual lo habíamos planeado. Porque, lo admito, a los que somos perfeccionistas nos da una bronca bárbara cuando algo no sale como en nuestros planes, pero la vida es así, y aún con los sinsabores, es nuestra vida, y es única. Y aunque no terminemos viviendo en la casa ni en el país de nuestros sueños, las cosas por las que vamos pasando y la gente que vamos conociendo nos enriquecen el espíritu... y eso, al final de cuentas es lo que importa, no la cantidad de cosas o de dinero, o si son de una marca internacional o de calle San Luis, lo que importa en realidad es el camino que transitamos y lo que disfrutamos de él. Y nuestras acciones para con los demás.

Por eso es que hoy más que nunca estoy convencida de que en esta vida no hay tiempo para dudas, hay que hacer lo que uno sienta que es lo correcto, sin detenerse a pensar si habrá personas que estén de acuerdo, porque es más que seguro que habrá miles en contra, pero en lo que sí hay que pensar es el daño colateral (por así decirlo) y si este afecta a más personas de forma negativa que en forma positiva. Porque es mentira que una persona puede ser feliz dañando a otros. O por lo menos para mí eso es imposible.


jueves, 4 de febrero de 2010

El lunes 1 de febrero de este año, luego de unas observaciones que tuve que hacer para la facultad, con una médica amiga de la familia, decidí tomar un taxi, ya que la espera del colectivo se había hecho insoportable debido el calor. Primero me había negado, ya que hay una “pequeña” diferencia en cuanto al costo del viaje (en colectivo serían $1,60, mientras que en taxi fue de $16,78), pero la temperatura en la calle a las 2 de la tarde era demasiado alta para mí. Habré esperado menos de un minuto cuando pasó un taxi, y me subí en él.

Siempre me gustó hablar con los taxistas o con los remisesros, y aún más con los mayores, porque nunca te fallan en cuanto a historias un tanto locas, anécdotas graciosas, o datos históricos interesantes. Pero con este hombre fue un poco diferente, hasta conmovedor.

Cuando me subí, tuve la impresión de que era un tipo bastante retraído y que me iba a costar empezar una conversación con él. Error. En realidad, no sé por qué todavía confío en la “primer impresión” que me dan las personas, porque como ya me ha pasado miles de veces, termina siendo totalmente opuesta a lo que en realidad es.

Como habitualmente hago, le comenté lo insoportable que estaba el clima, y que realmente esperaba algún milagro de lluvia o viento que aplacara un poco las temperaturas. La respuesta a eso suele decirme si esa persona tiene o no ganas de hablar; frecuentemente, los que responden casi con monosílabos, no terminan hablando mucho (lo cual te hace fijarte en el paisaje que tiene Rosario), pero hay también quienes después de un “sí”, “la verdad” o un asentimiento con la cabeza, incorporan a la conversación experiencias personales o pensamientos, lo cual hace mucho más liviano el viaje (no es que no me guste cómo está Rosario, pero no me gusta compartir un espacio con alguien y estar mirando los dos para diferentes direcciones, me resulta incómodo).
El hombre me respondió: “Es verano, tendríamos que acostumbrarnos a esto”. “Bien,” pensé irónicamente “un gran conversador”. Pero no terminé de pensar eso que ya había comenzado a hablar de nuevo: “Bueno, tal vez será que no sufro el calor, sino que el frío es lo que me mata. No sé lo que hubiera hecho si me hubiesen mandado al sur con las Fuerzas Aéreas”. No parecía conciente de mi presencia cuando dijo la última frase, fue como un pensamiento en voz alta.
“Mejor aún,” seguí pensando “un militar retirado. ¡Qué suerte la mía!”. Debo aclarar que el calor no saca mi mejor genio, me pongo de bastante mal humor.

“Sí, dicen que el Sur es terrible. Un amigo de mi papá viajó con un tour a la Antártida, se quiso sacar una foto, así que se sacó un guante para poder manejar la cámara. No habrá estado sin el guante más de 5 minutos, y cuando se lo volvió a poner, casi no sentía la mano”.
“Me imagino” dijo mientras suspiraba.

No sé cómo, fuimos saltando de tema en tema, hasta que llegamos a los aviones. El taxista (me arrepiento de no haberle preguntado el nombre, no me gusta eso de “el hombre” o “el taxista”. Mm, nombrémoslo Carlos), Carlos, era (es) un verdadero fanático de la aviación, conocía muchísimo sobre las partes técnicas, pero me comentó que nunca había podido pilotar ninguna nave, ya que aunque se había anotado en la escuela de aviación, cuando llegó el momento de irse a Buenos Aires, el padre le pidió que no los dejara a él y a la madre, ya que era hijo único.

Le conté que mi tío era el que piloteaba el Tango 01 (el avión presidencial), lo que le dio un brillo nostálgico a su mirada, como si él se hubiese imaginado en ese lugar cuando era más joven.
También le conté que a mí me encantaba eso como profesión, pero que después de pensar bien en el futuro, veía que era una carrera bastante ajetreada para una mujer. Se hace más difícil la crianza de los hijos y la convivencia también. Así que la descarté y me incliné por medicina, otra carrera que me apasiona. Estuvimos hablando un buen tiempo hasta que llegamos a casa, sobre los aviones, los vuelos y los sueños que Carlos tenía de joven.

Cuando llegamos a casa, y después de que le haya pagado, me tomó la mano y me dijo: “Si lo que te gusta es la aviación, seguí esa carrera, no hagas como yo que me lamento todos los días de no haber seguido lo que me apasionaba”.

Me dio una pena enorme, y me hizo poner en perspectiva muchas cosas de mi vida, el cómo cuando uno es joven cree que las posibilidades de estudiar algo van a estar siempre presente, que 10 años no son nada, y cómo la familia influye en las decisiones, y cómo hay veces que uno tendría que seguir lo que el propio corazón le dice, sino terminamos renunciando a nuestros sueños, como hizo Carlos en su época, y como seguramente haría yo si mi mamá me pidiera lo mismo.

La cuestión es saber responderse con sinceridad : ¿vale la pena lo que estoy haciendo? ¿me hace feliz lo que elegí? ¿necesito esto o es sólo un capricho?

La respuesta es siempre muy variada, y no siempre es sincera, el mismo capricho o empecinamiento es lo que te hace responder erróneamente, y más aún si estás presionado con algo o por alguien. Es necesario tener un momento del día para uno mismo, para abstraerse y pensar. Pensar en el futuro, en el presente y en las oportunidades que se tienen y lo que se puede hacer con ellas (o lo que no puede). Pero con el ritmo de vida que tenemos, en el que no tenés tiempo ni para suspirar, porque tenés que lidiar con el trabajo, o el estudio, la familia, los quehaceres, y eso te consume, así que cuando llegás a tu casa, te das una ducha para barrer de tu cuerpo parte del estrés del día, te recostas en tu cama, decís “mañana pienso en mí, hoy estoy muy cansada” y te dormís. Al día siguiente es lo mismo. Y el otro. Y el otro.

Cuando te das cuenta, la vida te pasó por arriba, y ni te diste cuenta, porque siempre tuviste cosas “más importantes” que hacer. Sin tiempo para caminar una tarde por un parque o para tomar unos mates con tus amigos. Sin tiempo para vos, ahí es cuando decís ¿qué hice con MI tiempo? Y te das cuenta de que le dedicaste todo tu tiempo a complacer a otras personas: tu jefe, tus papás, el resto de tu familia, tus hijos, etc. La lista es interminable.

Por esto mismo es que este año decidí dedicarmelo por completo. Si no quiero hacer algo, no lo hago, si no tengo ganas de ver a nadie no me siento culpable ni me estrujo la mente con pensamientos como "¿Qué pensará si no voy?".. Simplemente, hago lo que me plazca. Bueno, eso sin dejar de lado las responsabilidades que ya tengo, pero sin agregar nuevas.

Bueno, veo que me distraje mucho de la historia de Carlos, así que por hoy voy dejando esto asi :)



(Maca ♔)